Jornada Cuarto Medio B: Testimonio.

Al detenernos a pensar que parte de nuestras vidas se han forjado en la calle Berlín # 930, recordamos que hay un edificio que ha sido también nuestra segunda casa, que nos entrega valores, principios, conocimiento intelectual, y que, sobre todas estas cosas, nos acogió sin restricciones.
Nos da nostalgia el saber que este año será el último en nuestra casa, terminando un ciclo de nuestras vidas, por lo que cuando nos ofrecieron participar en esa jornada, aceptamos, para aprovechar la oportunidad de conocernos más, y reencontrarnos con Dios.
Esa mañana del veintidós de marzo, mientras escuchábamos a la profesora, esperábamos ansiosas la hora en que llegara el furgón para comenzar la jornada. En el trayecto la agitación reinaba junto con la emoción, y al entrar a la casa pudimos expresarla en su totalidad. El cariño y la amistad estaban en el aire.
Se instaló el altar. Cada una escuchaba a la señorita hablar de la vocación. Cabezas sumisas, miradas ausentes, representantes del futuro incierto frente al no saber qué hacer, o no saber si lo que planeamos resultará. El futuro puede asustar un poco. Compartimos en grupo tanto inseguridades como el verdadero sentido de nuestras aspiraciones. Y Dios estaba allí.
Vivimos en un mundo en donde las exigencias son altas, estamos agitados, el reloj gira cada vez más rápido y a veces solemos olvidar a Dios, que ha caminado junto a nosotras siempre. Recordamos que Él quiere lo mejor para nosotras porque nos ama.
En aquella jornada aprendimos a cerrar los ojos, silenciar nuestra mente, y escuchar lo que nos dice nuestro corazón, porque allí es donde nos habla Dios para decirnos lo que quiere de nosotras. Las decisiones que tomemos pueden afectar el resto de nuestra vida.
Intercambiamos antiguos momentos de regocijo personal, recordamos intensos sufrimientos, y en todos ellos estaba Dios. Él se alegró con nosotras y lloró nuestras penas. Reflexionamos acerca de cómo Nuestro Señor actúa en nuestras vidas. Más tarde hubo espacio para compartir como curso, la alegría y juventud se apoderaron de aquel patio que fue testigo de cómo se afianzaban nuestros lazos.
Difícil olvidar la forma en que abrimos nuestros corazones al otro y nos relacionamos. Cerca estaba el atardecer y nos dirigíamos en el furgón a nuestro colegio. Frente a él, un tanto silenciosas, recordábamos la gran experiencia que nos permitió aprender, y nos hizo más cercanas a Dios y A nosotras mismas. Fue una tarde de enriquecimiento, en que paseaba por nuestra mente la frase:
“En Dios hallaremos luz, gracia y fortaleza, para
conocer y cumplir su Santísima Voluntad”. Pensamientos de Madre Bernarda
Sofia Flores 4°Medio "B"